También conocido como el “principio de vitalidad”, hace referencia a la necesidad de que la remuneración que la persona trabajadora recibe, además de ser satisfactoria, equitativa y justa, en atención a la labor desempeñada, sea suficiente para atender sus necesidades vitales, entendiendo las mismas en términos de su subsistencia personal y familiar (vivienda, alimentación, salud, vestido, etc.), educación y esparcimiento