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El domingo, Manolo recibió un regalo. Era un impermeable rojo. – Mamá, ¿me la puedo poner? –preguntó. – Ahora no, solo cuando esté lloviendo. – respondió mamá. El lunes, el sol brilló con todo su esplendor. – ¿Lloverá hoy, mamá? – preguntó Manolo. – Parece que no – dijo mamá. El martes, el cielo estaba azul. – Mamá. ¿Cuándo se hará realidad mi sueño? – preguntó Manolo. – Lo siento – dijo mamá–, creo que no lloverá. Solo veo una nube en el cielo. El miércoles hizo un calor infernal. – ¿Por qué no llueve? –se preguntó Manolo. El jueves, Manolo salió a caminar. – Mamá, ¿será que lloverá? – No querido, no lloverá hoy. El cielo sigue despejado. El viernes fue un día nublado, pero no llovió.

Érase una vez un burro que encontró una piel de león en medio del campo: “Con esta piel podré disfrazarme de león y asustar a los demás animales”, pensó entre risas. El burro se puso la piel del león y recorrió el campo disfrazado. Al verlo, las personas y los animales corrían aterrorizados. ¡Pensaban que el burro era en realidad un león! Un día, el burro estaba tan orgulloso de su hazaña que dejó escapar un fuerte rebuzno.

Un perro muy hambriento caminaba de aquí para allá buscando algo para comer, hasta que un carnicero le tiró un hueso. Llevando el hueso en el hocico, tuvo que cruzar un río. Al mirar su reflejo en el agua creyó ver a otro perro con un hueso más grande que el suyo, así que intentó arrebatárselo de un solo mordisco. Pero cuando abrió el hocico, el hueso que llevaba cayó al río y se lo llevó la corriente.

Pecas, la hiena, está muy triste. Él ha perdido su risa. Jirafa, ¿puedes ayudarme a encontrar mi risa? Desde arriba no escucho ninguna risa. Hipopótamo, ¿puedes ayudarme a encontrar mi risa? No escucho ninguna risa desde abajo. Jabalí, ¿puedes ayudarme a encontrar mi risa? No escucho ninguna risa desde acá. Mono, ¿puedes ayudarme a encontrar mi risa? ¿Cómo la perdiste? Cuando me reí, todos vieron mis enormes dientes y se asustaron. Entonces me puse muy triste y mi risa desapareció – respondió Pecas. ¡No puedo encontrarla! Porque estás buscando en el lugar equivocado.

En la granja, un gallo muy hambriento escarbaba la tierra buscando algo de comer para él y las gallinas con las que compartía su gallinero, cuando descubrió un diamante que la esposa del granjero había perdido.

Una vez tuve un sueño tan pequeño y ligero… que lo escondí en el cajón de mi nochero. Este sueño que te cuento, era acerca de mí… de quién sería, los lugares donde iría y las cosas que vería. Ese sueño era pequeño, pero crecía como su dueño. Entonces lo saqué afuera, para que tú vieras lo que era. Después mi sueño se hizo tan inmenso que quise compartirlo con el universo. Comencé por llevarlo al parque. Los otros niños lo vieron: “¡Todos queremos un sueño!”, me dijeron.

Cerca, había un astuto zorro que no podía ser engañado. —Quítate ese disfraz, burro descocado —dijo el zorro—. Pareces un león, pero por la forma en que rebuznas, solo puedes ser un burro.

Está bien, tienen razón. Primero piensen en lo que quieren y deséenlo con todo el corazón. No olviden: el tamaño de un sueño siempre depende del dueño. Una vez el sueño haya crecido, es hora de ser compartido. En ese momento, el sueño inmenso del cajón de mi nochero, comenzó a emprender el vuelo. Llegó lejos… lejos… muy lejos

El mono saltó del árbol y tomó una pluma. Luego, le hizo cosquillas a Pecas por todas partes. Pecas comenzó a sonreír, y luego se rio hasta dejar escapar una gran carcajada. Su risa era tan contagiosa que los demás animales también se rieron. ¿Dónde encontró su risa? –preguntaron Su risa estaba dentro de él todo este tiempo. Simplemente lo hice feliz y su risa salió –dijo el mono. Desde ese día, Pecas ríe sin parar. Nunca más volvió a perder su risa.

Muy triste quedó aquel perro al darse cuenta de que había soltado algo que era real por perseguir lo que solo era un reflejo.

El sábado comenzó con un estruendo. – Mamá, ¿es un trueno lo que escucho?, ¿lloverá pronto? –preguntó Manolo. Por fin comenzó a llover. –¡Está lloviendo, está lloviendo! –¡Manolo, estás tan feliz que olvidaste tu abrigo!

—¡Qué desilusión! —dijo el gallo—. Sin duda eres una prenda muy costosa y quien te perdió daría mucho por encontrarte. Pero yo prefiero un solo grano de maíz o de trigo antes que todas las joyas del mundo.