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Hay momentos en que la proverbial flema inglesa, cuyo ejemplar más depurado es Phileas Fogg, no podrá resistir la tentación de dar al tozudo policía Fix un puñetazo tan eficaz como flemático. Fogg, que ha apostado su fortuna a que dará la vuelta al mundo en 80 días, empleará todos los medios de locomoción a su alcance —y todos los obstáculos imaginables—: trenes, barcos, coches, y hasta un elefante y un trineo. Pero esta vuelta al mundo, en la que se combinan el humor, la aventura, el heroísmo y la típica abnegación de los personajes vernianos, reserva al lector otra sorpresa: la apuesta que a Fogg le hace perder un policía se la hará ganar impensadamente el sol.
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Esta novela es de las menos reconocidas de Verne. Si bien es posterior al gran éxito de Defoe, Robinson Crusoe, esta novela está orientada, como dice el mismo Verne en su prólogo, a los niños de 13 a 15 años. Quince jóvenes de diferentes nacionalidades y con edades que oscilan entre los ocho y los trece años naufragan y luego de una terrible tormenta son lanzados a una isla abandonada del Océano Pacífico. Ya en la isla, los muchachos deberán aprender a sobrevivir y a organizarse y en este empeño son liderados por Briant, un joven francés.
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El doctor Fergusson, su amigo Dick y el criado Joe se montarán en un globo aerostático e intentarán la travesía de África. Novela típicamente de aventuras, la sucesión de arriesgadas peripecias mantiene la tensión del lector hasta ese límite preciso que no puede rebasarse sin que se resienta el equilibrio y la verosimilitud de la historia
