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3. La Iglesia cómo confirma que Cristo es Hijo de Dios?

1. ¿Por qué sabemos que Cristo es Hijo de Dios?

4. ¿Por qué los judíos no aceptaban a Jesús?

9. ¿Qué impacto tuvo la Resurrección de Jesús y cómo reaccionaron los Apóstoles y la primera comunidad?

7. ¿Qué es la preexistencia de Jesús?

10. ¿Cuáles son las características principales de la predicación de Pedro?

5. ¿De qué forma los Evangelios han revelado la identidad de Jesús?

8. ¿Cuál es la finalidad de los milagros y qué se necesita para reconocerlos?

12. ¿Qué concilio fundamenta que Cristo es verdadero Dios?

2. Menciona un pasaje donde los apóstoles hayan reconocido a Cristo, como Hijo de Dios.

6. Menciona algunas características del profetismo de Jesús y porque era más que un profeta.

11. ¿Cuál es el núcleo de la doctrina de San Pablo?

Los milagros son signos del poder divino de Jesús y de la salvación que Él ha venido a traer. Manifiestan la aprobación del Padre a las obras que Jesús hace y que su palabra es verdadera. Para reconocerlos se necesita: Fe: Jesús quiere inculcar en sus discípulos la necesidad y la fuerza de esta, al decirles que si fuera como un grano de mostaza, podrían decirle al monte "Vete de aquí a allá, y se iría, y nada sería imposible" (Mt 17, 19-20). Humildad: en el pasaje de la curación del ciego, donde Jesús le pregunta al ciego si cree "en el Hijo del hombre” y le responde: "Creo, Señor, y se postró ante él” (cf. Jn 9,35 38) este es un acto de fe de un hombre humilde, que es la imagen de todos los hombres que buscan a Dios.

La resurrección de Jesucristo significa la confirmación de su divinidad que retorna a su gloria de Hijo del Padre, con su humanidad resucitada. Los Apóstoles experimentaron a Jesús resucitado como alguien que los transformaba. Fue una experiencia tan viva que les renovó su fe, permitiéndoles llegar al gozo de la pascua reconociendo en Jesús, la divinidad del Resucitado. De los testimonios escritos de la época, muestran que la fe de los Apóstoles y de la primera comunidad de la Iglesia, se manifestó con potencia definitiva desde el día de Pentecostés, con la efusión del Espíritu Santo.

El judaísmo es una religión monoteísta, esto hacía que rechazaran y vieran como una blasfemia el que un hombre pudiera de algún modo será Dios, los judíos no lo entendían ni lo aceptaban.

Pedro al proclamar: "Tu eres el Hijo del Dios" su respuesta es la de todos, es la fe eclesial. La Iglesia apostólica llegó a esta conclusión, gracias a la luz de la resurrección y confirma esta fe a través de la doctrina de San Pablo, de los mismos Evangelios.

El kerigma que Pablo recibió de la Iglesia tiene como contenido la verdad de Dios y la filiación de Jesús, es la profesión de fe de la comunidad primitiva: "se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera." (1 Tes 1, 9-10).

Algunos rasgos de su profetismo son: • Jesús lo que predica aparece en continuidad con la profesión profética. • Es ungido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio a los pobres. • Con su profecías demostró que era enviado de Dios. • Es rechazado y perseguido. • Es más que profeta porque: • Con sus profecías demostró que Él era Dios. • No solo anuncia el Reino de Dios, sino que lo realiza El mismo. • Es el Profeta en sentido exclusivo y definitivo. • Es la Palabra misma de Dios que trae la revelación. • Es el Mediador, no es intermediario como los profetas del Antiguo Testamento, por ser verdadero Dios y verdadero hombre. • Es la identificación que hace El mismo con la voluntad divina (Lc 12,8-9).

El de Nicea, celebrado en el año 325, combatía la herejía arriana, que sostenía que el Hijo de Dios venía de la nada y que antes del nacimiento no existía y era una criatura. La contrarresta afirmando la verdadera divinidad de Cristo: Creemos [...] en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas las que hay en el cielo y las que hay en la tierra., y el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, [y] subió a los cielos, y viene a juzgar a los vivos y a los muertos [...] (DH 125).

Jesús dice: "Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre" (Jn 16, 28). Indica que antes de "venir” al mundo, Cristo "estaba" junto al Padre como Hijo, esto habla de su preexistencia en Dios, al decir que viene desde el Padre al mundo. Su existencia terrena no puede separarse de su preexistencia en Dios.

Por fe confesamos que Jesús es el Hijo de Dios, este es el núcleo central de la profesión de fe de la Iglesia. Es una verdad que solo puede acogerse por medio de la fe a través de la autorrevelación de Dios en Jesucristo.

Pedro da un franco y valiente testimonio de Cristo crucificado y resucitado: "Jesús de Nazareth, varón probado por Dios entre ustedes con milagros, prodigios y señales... a éste... después de fijarlo (en la cruz)..., le disteis muerte. Al cual Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte" (Hch 2, 22-24). En esta predicación Pedro proclama que: "Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes han crucificado" (Hch 2, 36). El Espíritu Santo es el inspirador de la predicación apostólica, confirma a Pedro. El Espíritu mismo suscitó en aquellos paganos el deseo de acoger la predicación y los introdujo en la fe de la comunidad cristiana. Él, impulsa a Pedro a poner a Jesucristo en el centro de la predicación. El contenido central e irrenunciable de la predicación de Pedro y de los apóstoles basado en Cristo, es "atestiguar que Él es el juez de vivos y de muertos constituido por Dios" (Hch 10, 42).

En el relato de la profesión de fe de Pedro, cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo y preguntó a sus discípulos: "¿quién dicen que soy?" Respondió entonces Simón Pedro y dice: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios el viviente". Y Jesús le dijo: "bendito eres, Simón, Hijo de Jonás, porque la carne y la sangre no te lo han revelado sino el Padre mío que está en los cielos." (Mt 16, 15-17). En este pasaje se non revela el inicio y la maduración de la fe de los Apóstoles.

Los Evangelios y todo el Nuevo Testamento, dan testimonio de Jesús como Hijo de Dios, en ellos encontramos de manera explícita esta afirmación de la filiación divina de Jesús: a) El Evangelio de Marcos: Elabora su evangelio mostrando que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios (1, 1). La parte central del evangelio es la profesión de Pedro (8,29). b) El Evangelio de Lucas: Presenta al Hijo de Dios en una estrecha intimidad con su Padre y en constante relación con el Espíritu Santo. c) El Evangelio de Mateo: Utiliza con frecuencia este título para mostrar que en Jesús se han cumplido las promesas hechas a los padres. d) El Evangelio de Juan: En este evangelio se desarrolla ampliamente y sin reservas 10 el tema de la filiación y unidad con el Padre (prólogo de Juan).