¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río; no me abandone mi suerte y al mismo que me condena, colgaré de alguna entena quizá en su propio navío.
No quiere la riqueza material y la que más valora es la belleza.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.
No tiene miedo a la muerte.
Disfruta con el ruido del mar.
Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosesago, arrullado por el mar.
Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra; que yo aquí tengo por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes.
La ley lo persigue.
En las presas yo divido lo cogido por igual; sólo quiero por riqueza la belleza de la mar.
Y si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida y a la di, cuando el yugo del esclavo, como un bravo, sacudí.
Desprecia las ideas convencionales de patria y religión.
El pirata no tiene que conquistar tierras ya que en el mar no existen fronteras.