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Esta dimensión ayuda a fortalecer en el niño o niña su identidad, autonomía y convivencia, permitiendo que esté en capacidad de expresar sus sentimientos y emociones en forma acertada. Generar espacios de expresión de sus pensamientos, ideas y emociones garantiza a los pequeños la formación de su personalidad (SDIS-SED, 2010).
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Experiencias dentro de la vida cotidiana que permiten desarrollar diferentes características del lenguaje oral a través de las diversas formas de expresión que parten de la tradición oral, así como nuevos elementos con los que el adulto enriquece las experiencias comunicativas en los niños y niñas.
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Al hablar de esta dimensión, estamos hablando de la mirada, el análisis y la reflexión de los procesos mediante los cuales el niño o niña percibe su mundo interno y su contexto, cómo organizan toda la información recibida a través de la experiencia y cómo construyen el conocimiento. Es un proceso que no podemos considerar lineal, pues se ve impactado por las vivencias y las características de cada sujeto, lo que nos lleva a comprender que cada sujeto tiene su propio ritmo de desarrollo.
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La importancia del trabajo con esta dimensión no es exclusivamente la de comunicar. Aquí es fundamental expresar sentimientos, ideas, emociones, gustos, intereses, experiencias, en ocasiones sin ninguna intención comunicativa. Por tanto, el trabajo se realiza para generar la opción de conocer y utilizar los diversos lenguajes del arte.
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En esta dimensión del desarrollo humano confluyen varios factores que permiten la construcción del yo corporal motivando al niño o niña a establecer una relación con su medio en forma dinámica y activa en un proceso que lo lleva a la autonomía. Se hace necesario promover acciones que permitan el conocimiento y percepción del cuerpo y su imagen, así como la posibilidad de relacionarse con el otro a través del movimiento y el fortalecimiento de la capacidad de expresión.
