1.
LA CABRA Y EL CABALLO Estábase una cabra muy atenta Largo rato escuchando De un acorde violín el eco blando. Los pies se le bailaban de contenta, Y a cierto Jaco, que también suspenso Casi olvidaba el pienso, Dirigió de esta suerte la palabra: "¿No oyes de aquellas cuerdas la armonía? Pues sabe que son tripas de una Cabra Que fue en un tiempo compañera mía. Confío (¡dicha grande!) que algún día No menos dulces trinos Formarán mis sonoros intestinos." Volvióse el buen Rocín y respondióla: "A fe que no resuenan esas cuerdas Sino porque las hieren con las cerdas Que sufrí me arrancasen de la cola. Mi dolor me costó, pasé mi susto; Pero, al fin, tengo el gusto De ver qué lucimiento Debe a mi auxilio el músico instrumento. Tú, que satisfacción igual esperas, ¿Cuándo la gozarás? Después que mueras." Así, ni más ni menos, porque en vida No ha conseguido ver su obra aplaudida Algún mal escritor, al juicio apela De la posteridad, y se consuela. Hay malos escritores que se lisonjean fácilmente de lograr fama póstuma cuando no han podido merecerla en vida. ¿¿Qué hacía la cabra?