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En un bonito bosque vivía un leñador muy pobre con su esposa, ellos tenían siete hijos. El menor era del tamaño de un dedo pulgar, ¡por eso lo llamaron Pulgarcito!

Muy temprano la esposa del ogro despertó a los niños y les conto que él se los comería en el desayuno. De inmediato ella abrió la puerta y los dejo escapar.

Los niños se perdieron en el bosque entonces pulgarcito se subió a un árbol y desde allí vio un enorme castillo y hacia allá se dirigieron muy rápido ya era tarde.

Ella escondió a los niños debajo de la cama. Cuando llego el ogro empezó a rugir: ¡huelo a carne humana! ¡Los hermanitos se asustaron mucho, qué miedo!

La mujer, que quería mucho a los niños, le mintió al ogro y le dijo: mañana cocinare a los niños y te los serviré en un delicioso desayuno. El ogro se quedó tranquilo.

La mujer del ogro les abrió la puerta del castillo. Ellos le pidieron que les dejara pasar la noche. La señora era buena y acepto, pero les advirtió que a su esposo le gustaba la carne de niño.

Un día el papa envió a sus hijos al bosque a traer leña. Pulgarcito dejaba migajas de pan en el camino para no perderse, pero no se dio cuenta que las aves se las comían.

El ogro despertó y se dio cuenta que escapaban, fue tras ellos, pero se cayó y se desmayó. Pulgarcito y sus hermanos le quitaron las botas mágicas y el gigante se volvió muy pequeñito.

Los niños regresaron a casa y el rey, enterado que habían vencido al ogro, les dio como recompensa mucho oro. Gracias a la valentía de Pulgarcito la familia vivió muy feliz.