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Un hombre tenía un caballo y un asno.

Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo: - ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!

Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo: - Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida. El caballo haciéndose el sordo no dijo nada al asno. Horas más tarde, el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.

Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo: - Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has podido persuadir a los hombres?

Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y fórmulas para calmar la cólera de los dioses.

Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes cantidades de dinero de este modo de vida. Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces supremos del país. Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a muerte.