32.
“Para el consumidor, la gama de posibilidades de productos y servicios es confusa, pero cada vez está más claro que esa competitividad por el consumo le concede un cierto nivel de poder. Ahora puede empezar a exigir mejores niveles de servicio, productos de mayor calidad, mejor distribución y asistencia y una mayor especificación respecto a lo que compra. Este tipo de poder está cada vez más concentrado en manos de grupos clave, como ocurre con los minoristas del sector de la alimentación, que pueden ejercer una enorme influencia sobre los fabricantes respecto a lo que se les pide que produzcan”.