Asegura al Cristiano su identidad y salvación.
Es la promesa al creyente de la vida futura con el Señor. (Ef. 1:14)
«propiedad exclusiva» de Dios, el Espíritu Santo está aquí preparando todo para el encuentro cara a cara.
Es el hecho de impartir vida espiritual divina.
Cada creyente, no importa cuán débil e imperfecto sea, tiene al Espíritu Santo morando en él.