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Fue abadía, parroquia, ermita, cementerio... Ahora sólo es una ruina solitaria frente al río del Pontón, que algunos llamaban Matajudíos, en Orejana. Este sobrio edificio, de traza cisterciense, aún conserva su hermoso presbiterio y las tumbas de torcidas cruces de quienes finalmente lo habitaron.