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Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche. [...] y con una sonrisa de asombro miraba la gran Estación de Francia...

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...

- Anda levanta ese ánimo [...] Procura que Pere Panells ocupe un lugar preeminente en la mesa y muéstrate cortés. Luego te lo llevas aparte, le das un coñac y un puro y te reconcilias con él.

«Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.»

«La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.»

Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo.

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.

El hombre ciego es un hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales, Máximo Estrella. A la pelirrubia, por ser francesa, le dicen en la vecindad Madama Collet.