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Identidades de generos

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(STAN RED VELVET)















Somos seres sociales, por lo que somos sensibles a lo que los demás piensan de nosotros. Muchos padres se apoyan en esto para educar a sus hijos. Educamos en la normalidad, en el seguimiento de unos patrones que determinan lo que es correcto o está bien hecho y lo que está mal o es incorrecto. Las personas queremos ser normales y queremos ser aceptadas. Pero, ¿a qué precio? ¿Pagaremos el precio de ocultarnos, de camuflar nuestra verdadera identidad con tal de no sufrir el desprecio de los que nos rodean, de aquellos que dicen que nos quieren? Esto todavía es más duro cuando nos referimos a niños y niñas. ¿Cómo van a gestionar su miedo a no ser queridos a tan corta edad? ¿Se atreverán a compartir sus sentimientos con padres, compañeros y maestros?

Mucho se ha avanzado en la normalización social de la homosexualidad, pero la transexualidad sigue siendo vista y entendida con cierto recelo, hasta el punto de que sigue siendo considerada como una enfermedad mental. Ante la falta de información general y de protocolos médicos de actuación, en particular, hay muchísimas familias que no saben cómo intervenir cuando uno de sus miembros está ante esta situación. Se sienten culpables y no saben qué recursos existen. Si se deciden a acudir al pediatra, lo normal es que este profesional de la salud se muestre perplejo, pues posiblemente no haya escuchado jamás hablar de la transexualidad en la infancia, no creerá que un niño con 4 años sepa con tanta seguridad que el médico que atendió en el parto a su mamá se equivocó al certificar el nacimiento de una niña.

Ante la poca credibilidad que se le concederá al niño, tendrán que con firmeza actuar los padres, para que el pediatra se tome en serio el problema planteado, no ponga en duda los sentimientos del niño, ni se le avergüence con preguntas que no vienen al caso y les derive a la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil.

Una persona nace transexual y desde los tres o cuatro años que es cuando se cierra la interiorización de la identidad, comienza a expresarlo con palabras. Por eso, cuando un niño dice que es una niña o al revés hay que prestarle atención, escucharle. Nunca insistirle en que no sabe lo que dice, que todavía es muy pequeño, o que su identidad puede cambiar cuando llegue a la adolescencia. El pediatra debe acompañar a las familias, apoyarlas para que normalicen la situación de su hijo, aconsejarles que faciliten el desarrollo de la personalidad de una manera libre y sin represión, escuchar sus sentimientos y no mirar para otro lado.

El pediatra debe orientar a los padres e indicarles, si él no está preparado en estos temas, que vayan a un psicólogo infantil que si lo esté. Mejor que no intervenga si lo va a hacer mal o va a tientas, sin seguridad. Tampoco los debe confundir diciéndoles que quizás su hijo sea homosexual y por eso se pone zapatos de tacón y se pinta los labios. Hay que aclarar que una cosa es la orientación sexual y otra la identidad de género trans. Podemos ser chicos trans y que nos gusten los chicos, o ser heterosexuales o bisexuales. Una cosa es quién eres y otra quién te gusta o con quien mantendrías relaciones sexuales o con quien formarías una pareja o familia.


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    Jean Franco Arango Sanabria
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    celia martha macias suarez
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