Jesucristo resucitó de entre los muertosOnline version
Se presenta el artículo de la profesión de fe: Jesucristo resucitó de entre los muertos, atestiguado por el sepulcro vacío, y por las mujeres, las primeras que encontraron a Jesús resucitado y lo anunciaron a los Apóstoles.
La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo. (CCIC 126A).
1
Buscáis a Jesús, el Crucificado; no está en el sepulcro, ha resucitado.
Pasado
el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra
María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el
Angel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó
encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la
nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron
como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no
temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha
resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id
enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e
irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." Ya os lo he dicho».
Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a
dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les
dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le
adoraron. (Mt 28, 1-9). La
Resurrección de Cristo no es un retorno a la vida terrena. Su cuerpo resucitado
es el mismo que fue crucificado, y lleva las huellas de su pasión, pero ahora
participa ya de la vida divina, con las propiedades de un cuerpo glorioso. Por
esta razón Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer a sus discípulos
donde quiere y bajo diversas apariencias. (CCIC 129). Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío». (Jn 20, 19-22). Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».(Jn 20, 26-29).
2
La Resurrección de Cristo es una obra trascendente de Dios
A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. (Hch 1, 3). La
Resurrección de Cristo es una obra trascendente de Dios. Las tres Personas
divinas actúan conjuntamente, según lo que es propio de cada una: el Padre
manifiesta su poder, el Hijo «recobra la vida, porque la ha dado libremente» (Jn
10, 17), reuniendo su alma y su cuerpo, que el Espíritu Santo vivifica y
glorifica. (CCIC 130).
«Por
eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la
quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla
de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre». (Jn 10, 17-18). La Resurrección de Cristo es la culminación de la Encarnación. Es una prueba de la divinidad de Cristo, confirma cuanto hizo y enseñó y realiza todas las promesas divinas en nuestro favor. Además, el Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, es el principio de nuestra justificación y de nuestra resurrección: ya desde ahora nos procura la gracia de la adopción filial, que es real participación de su vida de Hijo unigénito; más tarde, al final de los tiempos, Él resucitará nuestro cuerpo. (CCIC 131). Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley. Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! (1Cor 15, 54-57). Cuarenta días después de haberse mostrado a los Apóstoles bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, que velaban su gloria de Resucitado, Cristo subió a los cielos y se sentó a la derecha del Padre. Desde entonces el Señor reina con su humanidad en la gloria eterna de Hijo de Dios, intercede incesantemente ante el Padre en favor nuestro, nos envía su Espíritu y nos da la esperanza de llegar un día junto a Él, al lugar que nos tiene preparado. (CCIC 132).
3
La Resurrección de Cristo es una prueba de la divinidad de Cristo.
Después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los
apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de
su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al
Reino de Dios. [...] Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este
momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» El les contestó: «A
vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con
su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá
sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra». Y dicho esto, fue levantado en presencia de
ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al
cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que
les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido
llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo».
(Hch 1, 2-3.6-11). Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo
andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no
resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y
somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios
que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo
no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados. Por
tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. Si solamente para
esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de
compasión de todos los hombres! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los
muertos como primicias de los que durmieron. Porque, habiendo venido por un
hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. (1Cor
15, 12-21). Los «infiernos» a los que Jesús descendió -distintos del «infierno» de la condenación- constituían el estado de todos aquellos, justos e injustos, que habían muerto antes de Cristo. (CCIC 125).
4
Respecto a la resurrección existe la teoría del Robo.
5
La teoría de las alucinaciones con relación a la resurrección.
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