Normalmente ubicados en los bajos de los bloques de vivienda (insulae) de los barrios más humildes de las ciudades, un thermopolium típico consistía en una habitación de dimensiones generalmente modestas, provista de un mostrador de albañilería en forma de "L" en el que se empotraban grandes recipientes de barro y tapa de madera denominadas dolia.
En éstas, preservadas de la luz y del aire se conservaban a temperatura constante alimentos previamente cocinados, en salmuera o secos, como aceitunas, altramuces, garbanzos cocidos, coles, habas, etc.
Era frecuente, además, la existencia de un horno hecho de obra para poder cocinar o calentar los alimentos.
En líneas generales, la apariencia de un thermopolium no distaría mucho de la de un bar actual, con botellas de cristal en estanterías que contendrían los diferentes vinos, el menú del día expuesto, jarras, platos y vasos, etc.
Completaban el mobiliario alguna mesa y taburetes de madera para aquellos clientes que consumiesen en el interior.