Las centrales hidroeléctricas dependen de un gran
embalse de agua contenido por una presa. A partir de estos embalses se
genera un caudal de agua controlado, que puede ser mantenido de forma
casi constante. El agua se transporta a través de unas tuberías
forzadas, controladas con válvulas para adecuar el flujo de agua según
la demanda de electricidad. El agua hace girar una turbina y a
continuación sale por los canales de descarga. Los generadores están
solidarios al eje de las turbinas, al girar éstas, giran también
produciendo corriente eléctrica.
Entre las características más importantes de estas
instalaciones tenemos que por un lado funcionan con un elevado
rendimiento en el proceso de transformación energética y por otra parte
es muy sencillo adaptarlas rápidamente a las distintas variaciones de
carga (cantidad de energía que se obtiene de la central) en función de
la demanda de energía eléctrica que puede estar variando constantemente.