Mueve la cabeza y anda
sobre una tabla pintada de añil,
con cuatro ruedas toscas.
Acordándome de ti, Platero,
he ido tomándole cariño
a este burrillo de juguete.
Todo el que entra en mi escritorio
le dice sonriendo: “Platero”.
Si alguno no lo sabe y me pregunta:
"¿Qué es?", le digo yo: “Es Platero...”