Al igual que Frankenstein, el alumno
llega a la escuela desprovisto de prejuicios, totalmente despojado de una
educación crítica y asertiva, y es precisamente ahí donde radica el gran poder
del educador, es el encargado de desarrollar la inteligencia histórica,
ayudarle a discernir en la herencia de su cultura, en el conocimiento de su
IDENTIDAD.