El caballero le dijo al dragón:
-No te preocupes. Hablaré con el rey y todo este
malentendido se arreglará.
Pero justo en ese momentos muchachos empezaron a tirar
piedras con tan mala suerte que el dieron al caballero en la cabeza. Este se
desplomó, inconsciente por el golpe.
El caballero sin armadural dragón llevó al caballero cerca
de un camino para que lo encontraran y lo llevaran al castillo. Allí lo
curaron.
Cuando el caballero contó lo que había pasado y el trato al
que había llegado el rey le dijo:
-Entonces solo falta saber qué quieres a cambio de tu ayuda.
-Creo que una armadura y, sobre todo, un casco, no me
vendrían nada mal -dijo el caballero.
El rey se lo dio, además de una jugosa recompensa.
El caballero se marchó, con su armadura en las alforjas,
lista para usar cuando la ocasión lo mereciera.
Y así, el caballero sin armadura, descubrió que
ser un caballero de corazón no está reñido con vestir el atuendo apropiado en
el momento apropiado.